Esta es una entrevista a Jorge L. García Vázquez,investigador de los archivos de la seguridad del estado de Alemania oriental (RDA), la Stasi. Recordando a Jesús Ramos, “el médico de las plantas”, explorador y exiliado político, fallecido en Miami. Y al doctor Manuel Rivero de la Calle, gran antropólogo cubano y promotor del grupo científico-cultural Felipe Poey de Cuba, fallecido en La Habana.
Jorge Luis García Vázquez, disidente político cubano nacido en La Habana, es ciudadano alemán. Vive en Berlín. Traductor de alemán, explorador, espeleólogo, museólogo, investigador histórico, director del blog Stasi-Minint. Activista del Movimiento Cristiano Liberación, de oposición al castrismo. Es un apasionado estudioso del funcionamiento del sistema comunista de vigilancia y control de los ciudadanos, los llamados órganos de la seguridad del estado. En su blog ha revelado documentos oficiales que comprometen a los servicios de inteligencia de la ex Alemania comunista y Cuba en conspiraciones y planes de espionaje.
El museo del grito
El mundo materialista de hoy ha olvidado el alma. En Berlín un pasadizo oscuro conduce a una mazmorra angosta, con paredones de soledad y gritos. Aquellos tantos gritos perseguidos, la historia envuelta en sangre y hiedra. No lejos de la ruinas del Muro de Berlín, hay un museo que es eso: un grito de la vida y la muerte. Un grito más terrible que el de Munch.
Hay infinitos museos similares, mausoleos monstruos, cuya existencia es la clave para entender el espíritu humano y los males de la civilización. Pero en este museo ex-prisión, la famosa prisión de tortura de Hohenschönhausen, que fue el cuartel de la Stasi en la Alemania comunista, hay un rostro conocido, grabado en el dolor del silencio, allí se ve, de frente y perfil, demacrado, indefenso, catalogado: es el prisionero 33. Un extranjero latino rubio, de ojos verdes. ¿Quién es él? ¿Cómo vino a parar aquí, a este sanatorio de la desesperanza?, se preguntan los alemanes ante la reliquia exótica. No saben que es el museólogo parado a su lado, Jorge, el cubano que habla hasta por los codos de la vergüenza totalitaria. Dato urbano: algunos asocian su número de detención, el 33, con la edad que tenía Jesucristo justo al morir crucificado.
Primavera berlinesa 2016
Tampoco yo había imaginado que Jorge hubiese hecho un viaje tan largo y extraño, desde la tortuosa Cuba al atroz hacinamiento de una galera alemana. Durante una visita dirigida, una pintora mexicana que le escuchó no podía creer que un superviviente del horror invocara la fe en la libertad y la tolerancia después de haber sufrido tanto.
Jorge Luis García Vázquez, el preso de la Stasi clasificado “Bln. 33/87” (marca de condenado, cero persona, la nada, expediente de la salación, el número es una herida invisible) es una clase nueva de intelectuales realistas que escriben desde la odisea propia, con nobleza, por eso duele escucharlo. “Es diferente, está lleno de impulsos por la vida, es el modelo de la liberación del hombre”, nos manifestó la pintora. Justamente lo es, un hombre concientemente libre, mitad pasado, mitad él. El prisionero 33 es una foto muy triste, la foto del destino, cuando se le conoce bien.
A Jorge lo arrestó la Stasi en 1987 por no cooperar como chivato espía. Así lo cuenta: “Querían que vigilara a un músico cubano sospechoso de deslealtad, pero en vez de colaborar, intenté fugarme con él al otro lado, la Berlín capitalista, y me descubrieron al interceptar mis llamadas telefónicas, me encausaron por entregar documentos a los diplomáticos norteamericanos. Por esta razón y por intentar cruzar el muro me internaron en la prisión de las torturas sicológicas, y de ahí me enviaron a Cuba, unos días después, fue terrible, era el año 1987, nunca llegué a entregar tales documentos pero sí deseaba escapar”.
Visita dirigida en el ex infierno
Los visitantes al museo ex-presión de la Stasi, por lo general terminan angustiados tras escuchar cómo el guía, el propio prisionero 33, describe el infierno, por ejemplo, una de las celdas de castigo para prisioneros políticos: “Oscuridad absoluta, aislamiento total, espacio vital mínimo, paredes recubiertas de goma para que los gritos de los presos no se puedan escuchar, presos enloquecidos con camisas de fuerza, aplicación científica de la tortura, cero esperanza, peor que el purgatorio de Dante, esto fue real…”.
Es perturbador conocer los testimonios vivientes, los documentales y libros sobre los disidentes encarcelados en Europa del Este, en los Gulag soviéticos, ver la película “La confesión”, de Costa Gavras. ¿En qué mundo hemos vivido? Este museo es la respuesta. La barbarie nazi, la estalinista. Todas las cárceles políticas totalitarias son infiernos. “Esto es lo más desgarrador que he sentido”, exclamó un turista, mientras seguía al polaco por los rincones del antiguo reclusorio.
“La Stasi alemana llegó a tener 90 mil empleados fijos y más de 150 mil informantes en una población de 16 millones de personas”, ha revelado el prisionero 33, basándose en el estudio de los documentos desclasificados.
La hojarasca polaca
El polaco, como le llaman sus amigos cubanos, conocido en Europa como el prisionero 33, sufrió en el calabozo alemán, también estuvo preso en Cuba, pero las torturas del carcelero no lavaron su cerebro, ni aniquilaron su alma. No se postró, y aunque por poco lo vuelven un desolado guiñapo mental, resistió y actualmente es una pieza de museo que anda de país en país contando su breve “historia-hojarasca” de hereje anticomunista y la de otros que son los protagonistas de un libro que prepara, una serie de relatos tristes y vitales que llama “Fragmentos y hojarascas”, sobre héroes anónimos zaheridos pero indestructibles, marcados por la desgracia histórica.
“Estoy en la investigación de los archivos de la Stasi, la gestapo de los comunistas alemanes, analizo las conexiones con otros aparatos de seguridad estatal, como la KGB soviética, el G-2 cubano, así como la interioridad del espionaje comunista alemán”, me explica Jorge. “Y de los disidentes alemanes y de los exprisioneros de la Stasi, con quienes trabajo, extraigo la savia de los relatos que convertiré en un libro sobre el drama alemán anterior a la caída del muro en 1989, creo que el mundo debe conocer por qué sufrieron los alemanes del Este”.
Para Jorge, pasar la mitad de su vida en Alemania, ha servido para afirmar su cubanía. En Nietzsche como en Martí la lejanía era certidumbre de apego y reencuentro. La errante “hojarasca polaca”, como le digo, es un puro habanero extrovertido formado como maestro de alemán en la isla. Como disidente milita en el Movimiento Cristiano Liberación de lucha pacífica. Tiene hijos polaco-cubanos-alemanes. Así lo definen decenas de entrevistas, pero él prefiere dar más voz al “fenómeno de la malevolencia del estado totalitario” y a la libertad de Cuba, que a sí mismo. Como todo cubanito, creció en las entrañas de una insoportable revolución despótica a la usanza estalinista, en la cual el sueño idealista de todo joven librepensador constituyó una obsesión escapatoria de realización (el sueño del exilio, como en Joyce). Intentó escapar en balsa, pero finalmente tener una novia alemana (luego su primera esposa) le facilitó la salida.
Siguiendo a Humboldt
Jorge fue explorador de cuevas y colinas, y miembro del Grupo Felipe Poey de Cuba, un grupo estelar independiente de investigaciones científicas, formado por escritores, historiadores, geógrafos, biólogos, médicos, arqueólogos, del cual se desprendieron muchas “hojarascas” disidentes que se encaminaron al exilio. El drama personal de Jorge no fue conocido en su justo momento debido al vacío de información que impone el régimen.
Mi interés por esa etapa de su vida, me lleva a esta pregunta: ¿qué es la exploración científica para ti? ¿Te sentiste Humboldt?, y responde:
“Soy explorador nato, nadie puede compararse a Humboldt, un alemán universal, a quien denominan el “segundo descubridor de América”, que pasó por Cuba, intenté ser en todo caso uno de sus seguidores. Me integré a ese grupo porque eran personas de mente abierta, plurales, independientes, y sabía que interiormente cada cual era contestatario. Es sabido que la doble moral predomina en los sistemas comunistas. Creo que la mayoría de los cubanos es opositor mental, pero pocos se atreven a explayarse y dar la cara, significa perderlo todo. Por los años 80, ese grupo alcanzó varios logros, fue premiado, aunque la historia oficial castrista no lo toma en cuenta”.
Preso en Cuba
A mi pregunta de por qué fue arrestado por la policía política cubana, se remite a otra parte de su drama personal.
“Fue en 1987, la Stasi me puso de vuelta en Cuba y me recluyeron en Villa Marista, centro de detención de la seguridad del estado castrista, bajo la acusación de traidor. Es una historia más larga que intentaré explicar cuando, tengo la esperanza, pueda obtener mi expediente del G-2 cubano. En Alemania no hice lo que me pidieron, que espiara a un músico que luego se exilió en Canadá, el no obedecer trae problemas, te acusan enseguida de contrarrevolucionario o de agente de la CIA. Dije la verdad, demostré mi inocencia y me liberaron. No tenían pruebas para mandarme a las asquerosas prisiones cubanas. Tuve suerte, pero me pusieron bajo vigilancia permanente por la Seguridad del Estado y no pude conseguir trabajo por años. Un gusano, es decir, el que se opone a Castro, es un desempleado perpetuo. La existencia se vuelve tormentosa, pero pude escapar en 1992.
1989, el fin del muro
Esto fue lo que sintió el polaco en 1989:
“Estaba sin trabajo en Cuba, vigilado por ser gusano desafecto, pensando en cómo irme, en balsa, en la rueda de un avión, como tantos han hecho, cuando unos turistas alemanes me informaron de la caída del muro. No lo creía. En Cuba ese tipo de noticias es subversiva, pero era real, el mundo había dado un vuelco extraordinario. Había comenzado la revolución social más grande de la historia, a partir de Alemania. Luego una reacción en cadena liberó a los demás países del bloque comunista, y en 1991 se desintegró la Unión Soviética. Es de esos acontecimientos que le dan la razón al hereje disidente, al torturado. La escena de los alemanes derribando el muro es tan estremecedora como la toma de la Bastilla…”.
El prisionero 33 junto a los restos del Muro de Berlín
Ese año, que para Cuba fue una vuelta a la radicalización totalitaria del régimen, la opción cero, fue decisivo en el activismo de Jorge por los derechos humanos de los cubanos, pero asimismo, al viajar a Berlín nuevamente se propuso dedicar su vida a la investigación de los horrores derivados de la intolerancia política. El año 1989 no fue el fin de los muros, pero mostró al mundo que los pueblos desean vivir en libertad, sin muros.
Vida alemana
La vida alemana de Jorge Luis García se ha concentrado en dos vertientes: la familia y la investigación histórica. También atiende un documentado blog sobre la conexión cubana-alemana en materia de espionaje (1), da conferencias y sirve de guía en el museo de la Stasi, en Berlín. Es un ferviente activista pro derechos humanos para Cuba y cofrade de los círculos de la antigua disidencia intelectual alemana contra el comunismo. No está germanizado en el sentido estricto de la palabra, admira la cultura alemana, pero prefiere hablar de la cubana (el padre Varela, José Martí, Cabrera Infante).
Le pregunto qué es Alemania para ti, qué has aprendido en el exilio, y me dice:
“Conocer el valor de la libertad, su belleza, poder y también su fragilidad”.
Y cómo ves la evolución cubana después de la visita de Obama, y suelta estas palabras:
“Los cubanos tenemos que liberarnos solos y no debemos esperar nada de nadie. Tengo la impresión de que la administración del presidente Obama está intentando salvar el experimento castrista. Pienso que tenemos que concentrarnos en fortalecer a la sociedad civil, a la oposición en Cuba y prepararnos para la etapa posterior a la solución biológica del régimen. Cómo podemos ayudar a las víctimas y qué vamos a hacer con los victimarios”.
Oye, Jorge, ¿por qué te dicen el polaco, si eres más cubano que las palmas?
“Cuando estudiaba alemán, decían que parecía un polaco… y así quedó. No hablo polaco, solo entiendo un poco. Mi esposa es polaca”.
Evocación bohemia
Hacia 1987, cuando parecía que el comunismo soviético era la omnipresencia ideológica y militar que finalmente pondría de rodillas a la democracia occidental (así hacía creer la propaganda castrista), un grupo de científicos independientes habaneros convocó a una reunión para celebrar los nuevos descubrimientos de arte rupestre que había hecho en unas cuevas de los mogotes de Viñales (2). Más que reuniones eran tertulias bohemias entre personas que querían aislarse de la mediocridad cultural imperante. Esta vez, como pasaba a menudo, faltaban dos miembros. Uno de ellos importante. Luego se supo que habían salido definitivamente del país, así se le dice en Cuba a la evasión por tierra, mar y aire hacia el exterior en busca de libertad, como sea. Se dijo también que estaban presos, en fin, no es tan fácil burlar la vigilancia totalitaria.
Ese día estuvo ausente de la reunión el explorador conocido como “el Polaco”. Todos se miraron. Solo uno sabía que el polaco estaba de viaje (huída eterna). Dos colegas se hablaron casi al oído. Uno confesó al otro que quería ser el próximo ausente. No era jarana. La ausencia y la balsa fueron contaminantes. Del grupo solo quedaron los restos de un sueño de juventud. La salida del país del polaco, nuevo héroe, fue una locura bien vista, tuvo seguidores. El rompe hielo Jorge el polaco se llevó consigo a Humboldt y a Martí.