Manuel Francisco Steinbruck Pereira y Adriana Carolina Costa Silva Pereira habían regentado un negocio de antigüedades en Río de Janeiro, con sede en un edificio de Barra da Tijuca. En teoría, no eran más que otra pareja brasileña que se trasladó a Portugal en 2018.Pero la realidad era bien distinta: los dos pertenecían a la categoría más compleja de espías rusos, conocida como "ilegales": personas que pasan años construyendo una identidad -la llamada "leyenda", en lenguaje de inteligencia- que les permite llevar una vida corriente sin levantar sospechas y que pueden permanecer inactivos durante décadas hasta que llega el momento de empezar a recopilar información para Moscú.
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